"DICHOSA EDAD Y DICHOSOS SIGLOS AQUÉLLOS A QUIEN LOS ANTIGUOS PUSIERON EL NOMBRE DE DORADOS, Y NO PORQUE EN ELLOS EL ORO, QUE EN ESTA NUESTRA EDAD DE HIERRO TANTO SE ESTIMA, SE ALCANZASE EN AQUELLA VENTUROSA SIN FATIGA ALGUNA, SINO PORQUE ENTONCES LOS QUE EN ELLA VIVÍAN IGNORABAN ESTAS DOS PALABRAS DE TUYO Y MÍO"

martes, 9 de diciembre de 2008

Lluvia.


Cuando me he levantado hoy estaba lloviendo. Siempre que llueve algo se me enciende dentro. Yo creo que todo viene precedido de mis años pasados, cuando, sospechosamente, lo juro, cada vez que me preguntaban en clase y a la vez llovía me sabía muy bien la lección. Yo creo que me sentía más seguro, pero es que hice de la lluvia mi lanza. Recuerdo que siempre me gustó la lluvia y aún me sigue gustando. Debo confesar que ella y yo mantenemos una amistosa confabulación contra el mundo que nos rodea y más de una vez mi ex-novia se sintió celosa cuando salía a pasear por el campo verde motejado de encinas y alguna jara al encuentro de la amada misteriosa bajo la mirada cómplice de algun conejo, asomado a su madriguera como el mundo se asoma al vacío.

La lluvia es mi confesora. Es la única. Bueno, y el papel. Cuando estoy triste y llueve marcho al campo, me acomodo en el su pecho lluvioso y noto como me masajea el pelo con las yemas de las manos a modo de gotas, unas veces cálidas, otras frías.

La lluvia es mi amor. Las gotas, frías o cálidas, son amores. Las tormentas de agosto son amores de verano, muy romántico si te encuentras en la playa, en aquellas playas del norte donde el mar empieza cuando aún no ha acabado la falda de la montaña. Es mi amor porque siento que me acaricia cuando más lo necesito. Siento que me consuela y a veces me susurra. Es mi paz interior, y es mi filosofía, y la de tanta gente, imagino.

Cuando mis zapatos encharcados pisan la hierba verde, se que voy al lugar de la cita. Pero cuando hay tormenta se que no debo salir, porque se que somos amantes y no novios.

Cuando llego a mi casa, mi abrigo calado, chorreando lluvia y olendo a tomillo y a romero silvestre, los que me conocen saben de donde vengo. Y esbozamos una sonrisa cómplice mientras encendemos una buena chimenea, la llama haciendo crepitar la madera. En definitiva eso es amor... Al menos yo lo entiendo así.

5 comentarios:

BLQ dijo...

Me acuerdo que cuando iba al instituto, al terminar a las 15h, no teníamos clase por las tardes. En otoño sobretodo a esa hora llovía en mi ciudad y entonces me iba a casa para mirar por la ventana como caían las gotas. Me podía pasar más de una hora así.

No obstante mi amor es la soledad. Es más, me has recordado un cuento que escribí ya hace un año y media. De hecho estrené mi blog con él. Es un cuento que dedico a lo que más aprecio. Te paso el link.

http://descubriendomundos.blogspot.com/2007/06/mis-tres-amores.html

Me ha gustado mucho el párrafo que comienza con "La lluvia es mi amor..."

saludos
eloi

Lydia dijo...

A mi me encanta la lluvia. Y sobre todo las tormentas, con truenos y relampagos. Pero cuando llueve suavemente tambien disfruto mucho. Hay mas olores en el aire, más energía y más tranquilidad. Tuve un amigo africano, de Guinea, que me dijo que un dia que vinieron a su pueblo unos japoneses a grabar la lluvia que caia sobre las chozas y con ello harian un disco para relajar. Conoces a Hellen Keller? Era una mujer ciega, sorda y muda. Me impactó mucho una vez cuando dijo que cuando alguien llegaba a su casa solo oliendo a la persona ella podia saber si esta persona habia estado bajo la lluvia...

Nosotros que tenemos oido podemos escuchar sus palabras, a la lluvia. Y podemos verla, describirla, contemplarla. Y podemos decir: esta lloviendo, con multiples palabras.

Un abrazo fuerte amigo de la lluvia,

AlbertoEstévez dijo...

Eloi gracias por tu visita. He leído el cuento del cual me dejaste el enlace, además de otros y me pareen bastante buenos y amenos, espero que la afiión por la escritura nodecaiga y esas ideas que tienes sobre la vida tan poco, ya que son bellísimas y parecidas a las mías.
Un abrazo
alberto!

AlbertoEstévez dijo...

Gracias por tu comentario Lydia. Sí que conozco la figura de Hellen Keller, una mujer apasionante, fuerte y luchadora, como también lo fue la maestra de su infancia. Gente como ésta hace falta en el mundo. También hace falta gente que le guste hablar con la lluvia, filosofar con la soledad y perderse en la niebla.
Un abrazo Lydia!!
alberto!

Maripaz dijo...

Alberto, cuanta poesia en tu escrito ...

Me encanta como escribes ...Te leere siempre

Me encanta la gente de tu edad ...Me aporta juventud en el alma ...

Un saludo y mi cariño